domingo, 1 de agosto de 2010

Eso era una invasión en toda regla

Mi codo y mi rodilla se estaban fusionando con cuerpos ajenos y la cabeza me daba vueltas.
Me imaginaba voces y la risa salía a borbotones de mi boca.
El suelo estaba duro, tenía los pies fríos y mi saco había decidido independizarse de mí.
Tenía miedo y mi amigos contruibuían la causa.
-Son las 6 y 6 minutos- Anuncié.













Seis horas más tarde llegaba a mi mullido colchón.
Cerré los ojos y pensé en lo maravilloso que es tener que
soñar despierto porque ocho seres invaden tu espacio vital y no te dejan dormir.



1 comentario:

Las palabras se tornan superfluas.