viernes, 30 de agosto de 2013

Do.
Re.
Mi.
Fa.
Sol.
La.
Si.
¿Si?

mi
sol,
sí.

lunes, 26 de agosto de 2013

Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.

Pero creo que mi soledad debería tener alas.

Alejandra Pizarnik

viernes, 16 de agosto de 2013

SI QUIERES ALGO, HAZLO.

Haz todo lo que esté en tu mano cada hora, cada día, cada semana, para conseguirlo.
Dicen que el precio del éxito es altísimo, pero es que la recompensa también.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Puzzle

A veces me pierdo a mí misma. Otras veces la pérdida es más grave. La pérdida del lazo de la gravedad, la sensación de estar flotando sola por el negro espacio. A la deriva. Sin nada que te ate, sin estar atado a nadie. La incertidumbre de encontrarse de golpe desposeída de todo; de nada en realidad, porque nada posees.
Y ya está. No te hace falta nada más que ese desamparo para reaccionar.Y por una milésima, por un cándido momento, crees que eso es suficiente.
Ingenua, siempre ingenua. Reaccionar contra qué. Contra quién.

¿Sabes cuando tienes una pesadilla y de repente te despiertas? Por un instante, no sabes qué es lo real. Pues a ese instante me refiero, en ese instante estamos ahora, ¿entiendes?
No, claro que no lo entiendes. Tarda un totalmente indefinido tiempo en digerirse. Y no creo que haya verbo más adecuado. Es como la almendra amarga del paquete, con la diferencia de que esta es la última, no hay más para quitarse el sabor.
Como digo, al final, pasa lo que siempre pasa: el tiempo.
Y lo entiendes. Por primera vez lo entiendes. Nadie posee a nadie porque nadie tiene a nadie.
Y por fin, vuelve el control. Y con él, la sensación de que te comes el mundo. ¿Lo mejor? Que es verdad, durante un tiempo al menos.
Todo encaja. De forma fulminante y arrasadora, irreprochable. Con un silencio que recuerda al del bisturí abriendo la carne, las piezas vuelven a encajar con tal aplomo, que parece que nunca hubieran sido devastadas.

jueves, 30 de mayo de 2013

Hasta aquí

Hasta aquí hemos llegado. Hasta aquí lo que me llevo.
Y hasta aquí esa sensación de que todo es mentira. Es mentira que en 9 meses quepan tantas cosas. Es mentira que ayer no fue 10 de Septiembre. Y si no es mentira, es improbable.
He aprendido que lo improbable y lo imposible no son lo mismo ni parecido.
He aprendido a bailar bajo la lluvia. Bueno, he aprendido a vivir bajo la lluvia Compostelana. Y eh, sin un paraguas  He aprendido que 7 desconocidas pueden volverse amigas de toda la vida. He aprendido que nada es trivial. He aprendido que todo es más fácil acompañado. He aprendido a llorar de felicidad y de risa. Eh, he aprendido a integrar. He aprendido que el hogar lo hacen las personas. Y que te puedes sentir en casa, fuera de ella. He aprendido a sentir la física más allá de las ecuaciones. He aprendido que es mentira que tus amigos se parecen a ti. He aprendido que lo que no te mata te hace más fuerte. He aprendido que 10 cafés y 5 red bulls en un día no te matan, pero casi. He aprendido que si vale la pena, nunca será fácil. He aprendido que vale la pena. He aprendido a levantarme después de caerme. He aprendido a volverme a levantar. He aprendido que todo es relativo, sobre todo el tiempo. He aprendido lo largas que son las noches y lo cortos que son los años. He aprendido a hablar alemán. Por lo visto también he aprendido a mentir. He aprendido a olvidar. He aprendido a echar de menos el mar, he aprendido a echar de más la lluvia. He aprendido que un año no cabe en 4 cajas de cartón por muy grandes que sean, y aún así me empeño a guardarlo todo ahí. He aprendido lo que es Santiago de Compostela. Y eh, me gusta.

He aprendido que lo único que me consuela de irme, es volver.
Hasta aquí Mayo, hasta aquí el curso. Hasta aquí Santiago. Por Ahora.

Gracias.

lunes, 18 de febrero de 2013

Puso música para limpiar la atmósfera

Se sentía oxidada. Ya no es que no se acordara de escribir, esque lo había olvidado. Es distinto, como merendar tarde o cenar pronto, se parecen, pero no es lo mismo. Como digo, puso música, de esa que se pone cuando no tienes ganas de bailar. Buscó un libro de poesía, ya que a veces la poesía es el diario que no serías capaz de escribir. Se enrolló en sus sábanas de ositos, da igual que tuviera dieciocho años, madurar no iba a ser cambiar de sábanas. Abrió el segundo cajón del escritorio, donde guardaba el corazón. Además, no porque el corazón fuera pequeño, si no porque el cajón era amplio, guardaba allí su pequeña colección. Coleccionaba libros. O al menos una parte de ellos. Encerraba en aquellas hojas cada palabra que hacía mella en ella, para que no se las llevara el viento.
Buscó la jaula de Tokio Blues. Si algo te enseña Murakami es a amar. A amar de verdad, como para hacer que las montañas se derrumben y el mar se seque.

Pequeña cobarde. Escribía su vida en tercera persona, como si de verdad pudiera resumirse.
Ella sabía que valía la pena hacer esas cosas normales que hacen las personas normales, sin embargo, aunque nunca me callo, guardo un par de secretos.