miércoles, 11 de agosto de 2010

Del latino dignĭtas

Llevaba toda la noche sin descanso, hacer de camarera era algo que le crispaba los nervios; el amanecer se dio a entender por una de las sucias ventanas que se desperdigaban por las paredes del Rick’s; se sentó en la barra de aquel suburbio y pidió un tequila que ella misma tendría que servirse.
Rita se llevo un cigarrillo a sus labios rojos maltratados por el tiempo y la ausencia de Sam. – El último por esta noche -se prometió-
Se le acercó un hombre con la mirada de vicio. La repasó de arriba a abajo y de derecha a izquierda. Sacó su cigarrillera y se la tendió.
-Te doy estos trece a cambio de ese, y si me acompañas, la cigarrillera es tuya- Le propuso guiñándole el ojo.


Cómo respuesta Rita se lo quitó de la boca elegantemente, dejándolo consumirse unos instantes entre el dedo índice y el corazón, tenía la huella de sus labios rojos.

-Yo no tengo precio, y la huella de mi cigarrilo, tampoco.


A continuación, le devolvió el guiño, tiró el cigarrilo al suelo y lo pisó con su ira y su sugerente tacón.

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Las palabras se tornan superfluas.