Y claro, luego está esa sensación embaucadora y atractiva de rascarla, que consigo mantener a raya normalmente, pero que en el momento en el que apareces tú, me distraes, y pierdo la voluntad.
Y tengo que usar toda mi concentracion para no perderme en ti. Y claro, pierdo la noción de mi misma.
Y me rasco fuerte y violentamente y me produce una sensación de alivio momentáneo que me provoca adicción, y ya no soy capaz de parar.
Y me levanto la costra.
Pero sigo rascando.Y vuelvo a sangrar.
Y así, nunca se me va a curar mi fea herida, y claro...
¿quien quiere tener heridas feas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Las palabras se tornan superfluas.