sábado, 6 de noviembre de 2010

Cara de poker, mi lady

A falta de la última mano, la partida pinta divertida.

Mi elegante escalera de color frente a tus cinco cartas y tu suerte.
-Doblo y subo cien- vuelves a apostar fuerte.
A estas alturas de nada sirve decirte que te tengo calado, cabronazo, que desde hace 40 minutos el extraño personaje del traje gris situado a mi espalda te hace señas y el de camisa negra y pajarita se empeña en desmenuzar cada uno de mis gestos esperando desentrañar mis jugadas.
Finalmente tu seguridad y tus trampas se comen mi escalera y mi coraje.
-Paso.
Cómo no, te aseguras de mirarme por encima del hombro antes de destapar tus cartas.
-Pareja.
Abro la boca para maldecirte. La cierro. Maldito idiota.
-El truco no está en las cartas, si no en la cara de poker.
Ah, y no te envenenes, mi lady; el hombre del traje gris se ha escapado del mes de Abril, en cuanto al de pajarita, es el camarero.

Te levantas con elegancia, no si antes restregarme tus ganancias de las que por una vez, yo también saldré beneficiada.

Se dobla la distancia y sumamos cien.

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Las palabras se tornan superfluas.