domingo, 23 de mayo de 2010

La France


Yo no tengo muy buena memoria, pero viajes cómo éste no se olvidan. Por la compañía, por las risas, por las sesiones fotográficas y por las fotos en general, por los chistes malos, por los chistes verdes que Atrich no entiende, por las crepes, por la nutella, por los monumentos, por la torre, por los 685 escalones, por las vistas desde allí, por Sacre Coeur, por las vistas desde allí también, por los puestecillos de camisetas, imanes, pósters y demás, por la música que escuchamos, por la música que cantamos y por la música que gritamos, por las noches sin dormir, por los tres cumpleaños felices, por la secta de correspondientes que nos tocó, por la fiesta que celebró mi corres, por el museo de pescado que tuvimos que ver (en el cual no había pesado pero sí pescadores), por el saco que Atrich me rompió, por las veces que nos perdimos y las que nos encontramos, por los aplausos, por La Noche, por la ida, por la vuelta, por Quimper, por París, por Francia, por el intercambio del 2010.
Tengo que admitir que tanto Quimper como París me enamoraron.

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Las palabras se tornan superfluas.